INCLUSIÓN EDUCATIVA Y DESARROLLO: ANALISIS Y PROPUESTA
Autores:
Prof. Lic. Daniel Di Scala (Argentina). Licenciado en Relaciones Públicas, especializado en capacitación docente.
Lic. Sandra Díaz Peña (Colombia). Licenciada en Psicología. Fundadora y Directora de “ANYDO Consultores” de Colombia, asesores en capital social, educación y liderazgo.
INTRODUCCIÓN
El objetivo del presente trabajo es realizar aportes al debate sobre cómo generar mayor grado de desarrollo personal a partir del proceso de inclusión social que se promueve desde la educación en todos sus niveles, considerando con especial énfasis a los sectores socioeconómicamente más desfavorecidos, dado que en ellos se multiplican inequidades y consecuencias no deseadas del sistema.
Mucho se ha escrito y publicado sobre este tema. Mucho se ha avanzado también, gracias a su creciente incorporación en la agenda política mundial (la mejora educativa es uno de los ocho Objetivos de Desarrollo para el Milenio, junto a la reducción del hambre y la pobreza extrema) dando lugar en distintos países a la implementación de medidas potencialmente inclusivas para las poblaciones más desfavorecidas.
Sin embargo, es significativa la advertencia realizada por el Sr. Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, al presentar su informe en Ginebra en el pasado mes de Julio: allí afirmó que a pesar de los avances registrados en la concreción de los ODM fijados para el año 2015, “…los habitantes mas pobres del mundo siguen quedándose atrás….”, “…el progreso tiende a pasar por alto a quienes se encuentran en los niveles más bajos de la escala económica o están en desventaja por motivos de sexo, edad, discapacidad o etnia, y siguen siendo abrumadoras las diferencias entre las zonas urbanas y rurales…”, y exhortó finalmente a los líderes mundiales, quienes, según expresó …”no sólo deben demostrar que la situación les preocupa, sino además el coraje y la determinación de actuar”.
América Latina, por supuesto, es parte de esta situación, aún cuando existen diferencias marcadas de algunos países en relación a otros. En la mayoría de los casos, la pesada herencia de las dictaduras, la fragilidad de las instituciones democráticas, las consecuencias de la aplicación descarnada de políticas neoliberales que constituyeron “décadas perdidas” para el desarrollo, exacerbaron flagelos sociales como desigualdad, la indigencia y la pobreza, la falta de oportunidades, la corrupción, la inseguridad, o el narcotráfico, particularmente en sectores jóvenes y potencialmente productivos ( entre 18 y 40 años).
Solamente en Argentina se calcula que, sobre un total de 12 millones de pobres, existen cuatro millones de hombres y mujeres que han sido cooptados por el narcotráfico, ya sea como clientes o como mano de obra.(1).
La recomposición del tejido social desintegrado es una tarea gigantesca, y aunque hay muchos actores sociales trabajando responsable y comprometidamente para restaurarlo, los Estados deben invertir aún mucho más para procurar a los sectores excluidos mejores niveles de inclusión social, reales, universales y sustentables.
Educación, Exclusión e Inclusión – Perspectiva histórica
La creación de los sistemas educativos en las sociedades capitalistas reprodujo, desde sus orígenes, la exclusión social que el propio sistema generaba en otros ámbitos. (a fines del siglo XIX y principios de Siglo XX fue una herramienta del Estado para conformar las clases sociales). Pero constituyeron al mismo tiempo espacios desde los cuales se ensayaron a través del tiempo distintas estrategias inclusivas, para, por ejemplo, integrar a la población nativa con la inmigrante.
Una primera estrategia se centró en el asistencialismo: debido al elevado índice registrado en los niveles de abandono y repitencia (décadas de 1940/50), se buscó el aumento de la educabilidad del alumno y de las condiciones individuales en que el mismo (considerado como unidad de asistencia) recibía apoyo para superar las carencias (alimentarias, económicas, etc.) que lo situaban en inferioridad de condiciones con respecto a sus pares a la hora de estudiar. No existía crítica al sistema ni a la propuesta pedagógica, por lo tanto tampoco propuestas de modificaciones ni mayores cambios.
Posteriormente (décadas del 60/70) se comprobó que esa acción no sólo no había resuelto el problema sino que evidenciaba escaso nivel de aprendizaje en otros sectores de la población. El nuevo enfoque se orientó entonces a la detección de los problemas de aprendizaje y a la implementación de gabinetes psicopedagógicos para ayudar a aquellos alumnos que tuvieran una aparente dificultad en su aprendizaje a lograr un adecuado rendimiento escolar.
Posteriormente, en las décadas del 80/90 la globalización y los cambios económicos obligaron a una lectura mas amplia del problema educativo y a tomar conciencia de la importancia del conocimiento para el crecimiento y la competitividad. Era la escuela la nueva unidad de cambio, y la mirada pedagógica se enfocó mayormente en la labor del docente, intentando poner a su alcance herramientas que le permitieran afrontar su tarea con mayor éxito y mejores resultados.
La búsqueda se centró entonces en compensar a quienes menos tenían, dentro de un sistema que había profundizado dramáticamente las desigualdades en términos de calidad educativa. Aún cuando los rasgos de asistencialismo y pedagogicismo continuaron coexistiendo, este nuevo enfoque abordó el problema educativo de una forma más integral que en las décadas anteriores.
Actualmente la demanda es la inclusión como vector de una sociedad mas justa y democrática. Esto define la base de un nuevo paradigma educativo, y por lo tanto, una nuevo concepto de “Educación”. Por lo tanto, los cambios no deben operarse en los alumnos ni las escuelas, sino en el propio sistema educativo, sustentado por una sociedad que reconoce la necesidad de incluír a todos, y se compromete a brindar políticas y estrategias capaces de concretar ese postulado.
El recorrido histórico, aunque breve y simplificado, permite apreciar cómo a lo largo de los años la idea de inclusión educativa fue ganando peso y entidad, para convertirse en un imperativo de la realidad actual.
La Lic. Inés Aguerrondo (2), docente e investigadora argentina especializada en planeamiento educativo, señala cuatro dimensiones esenciales para hablar de educación inclusiva:
• Político- ideológica: como marco para el desarrollo de los ideales de justicia, democracia, y, por supuesto, el propio concepto de inclusión como expresión de ese ideal.
• Epistemológica: que redefina el conocimiento socialmente válido a distribuir sobre la base de los desarrollos aportados por la teoría de la complejidad, la bioética global y el holismo ambientalista
• Pedagógica: capaz de interpretar qué características definen al sujeto de la enseñanza y genere una nueva didáctica que aporte al desarrollo de la capacidad de pensar en todas las personas, centrado modelos constructivo de aprendizaje.
• Institucional: que permita pensar los modelos de organización necesaria (distribución de tiempos, espacios, el tipo de estructura académica, congruencia entre ciclos y niveles, formas de gobierno -conducción y supervisión-) para recibir y aprovechar de mejor manera el avance del conocimiento científico, adecuandolo a las edades de los estudiantes
Acerca del concepto de Inclusión Educativa
Los integrantes del Comité de Educación consideramos indispensable, en este punto, distinguir algunos aspectos que necesariamente deben constituir el fundamento de cualquier acción inclusiva:
1) Por un lado, la inclusión debe ser interpretada como “un acontecimiento para TODOS”. El concepto básico es la IGUALDAD, de manera que las personas “incluidas” deben sentirse “integradas”, “insertadas” en el conjunto social, con pleno ejercicio de derechos y obligaciones y con idéntica posibilidad de acceso a las oportunidades de bienestar y desarrollo del que disfruta cada uno de los miembros de ese conjunto.
2) Esta idea de “inclusión para todos” aparece unida a la idea de COMUNIDAD. En ella las personas encuentran “contención”, se “relacionan entre sí”, “participan” y son “protagonistas” de su vida social, de su presente y de su futuro.
3) La inclusión se asocia con la DIGNIDAD. Existe un “derecho” de las personas a estar incluidas y paralelamente, una obligación de la comunidad a incluirlas, derivada de la solidaridad y la búsqueda del bien común.
Sólo en un marco semejante es posible, tal como propone la UNESCO (3), que la educación inclusiva pueda materializar:
• El aprender a aprender en aulas diversas, a partir de las diferencias
• El estímulo a la creatividad y a la capacidad de los educandos de abordar y resolver problemas complejos.
• El derecho de niños y jóvenes a vivir experiencias educativas de aprendizajes de calidad
• La responsabilidad ética de proveer prioritariamente la formación y el conocimiento a los educandos en riesgo de ser marginados y excluídos de las oportunidades educativas.
Las mejores ideas, proyectos y políticas pueden no alcanzar plenamente los objetivos que postulan por múltiples factores (distorsiones en el enfoque del problema, en la metodología de implementación, en la adecuación de la acción a las particularidades de la comunidad en que se va a desarrollar, en la definición de indicadores adecuados para la evaluación, etc.). Parece lógico, en una época como la actual, cuya característica es el cambio acelerado de paradigmas, que la mayoría de los problemas sociales se relacionen con marcadas falencias educativas. Pero no es lógico pensar que la aplicación de cambios coyunturales en el sistema educativo dé como resultado el remedio inmediato para esos males.
La sociedad misma debe ser educadora en su conjunto, tanto desde la familia a temprana edad como desde las instituciones que regulan en todo momento la vida social.
No es posible otorgarle toda la responsabilidad a la escuela, como tampoco a la educación superior en forma aislada. La educación debe estar en permanente articulación e interacción con todos los sectores sociales para que su acción tenga un impacto social positivo y efectivo. Sobre todo en este tiempo, en que las instituciones están severamente cuestionadas y la anomia aún es rasgo distintivo en la cultura de la época.
Debido a lo expuesto, los integrantes de la Comisión de Educación proponemos problematizar algunos aspectos sociales que enmarcan el desarrollo del proceso de enseñanza, para detectar obstáculos y resistencias a las propuestas de inclusión social que se promueven desde las instituciones educativas en sus distintos niveles.
El objetivo es analizar en cada caso el estado de situación estableciendo variables, identificar tendencias y sugiriendo acciones posibles para reorientarlas, fortalecerlas, y transformarlas en opciones valiosas para el desarrollo personal y económico de sus destinatarios.
Consideramos entonces que los aspectos sociales a problematizar son los siguientes:
a) La atmósfera en la cual se desarrolla el proceso de enseñanza y aprendizaje, específicamente en los niveles primario y secundario. Implica el análisis de construcción de vínculos (entre educandos, entre educandos y docentes, entre docentes y sus pares), y la cultura organizacional que sustenta los mismos, con sus respectivas problemáticas.
b) El grado de valoración que poseen docentes y alumnos acerca del conocimiento y la creatividad ¿Son vistos realmente como herramientas al servicio del desarrollo personal y económico?
c) La consideración del perfil del docente como actor clave en su función de proponer estrategias de acceso al conocimiento mentor de sus alumnos. Imperativamente, para atender sus necesidades de orientación, formación, seguimiento y apoyo a su tarea cotidiana.
d) La valoración adecuada del grado de inclusión que proporcionan la enseñanza de determinados contenidos (especialmente las TICS y la lengua extranjera).
e) La necesidad de desarrollar programas de educación a distancia orientados específicamente a la mujer.
f) La creación de indicadores apropiados para medir el grado de inclusión educativa real que generan algunas políticas públicas orientadas a ese objetivo, como por ejemplo en Argentina el Programa “Conectar Igualdad”.
Prioridades, metodologías y plazos.
La primera acción a desarrollar en el corto plazo es analizar el estado de situación de la atmósfera moral en la cual se desenvuelve la tarea educativa en países de América Latina.
La metodología prevé la elaboración de una encuesta en instituciones públicas, públicas de gestión privada y privadas, en niveles de enseñanza primaria y media.
El plazo prevé dos tipos de acción:
a) Una inmediata, como piloto de prueba a desarrollar durante la última semana del mes de Noviembre 2011 en instituciones puntualmente seleccionadas.
b) Otra más amplia, a desarrollarse durante los meses de Marzo, Abril y Mayo 2012, publicando informe de resultados en el mes de Junio.
Paralelamente se estudiarán y desarrollarán los instrumentos para trabajar sobre los puntos b) y f), y se publicarán periódicamente los informes de avances correspondientes.
Artículos citados:
(1) “La pobreza y la marginalidad amenazan hoy a la gobernabilidad y la democracia”, Artículo periodístico de Mariano Obarrio (5/11/2011).
(2) Inés aguerrondo – IIPE – UNESCO Buenos Aires, 2007
(3) Documento “CIE 2008 –Inclusión Educativa: el camino del Futuro” – Renato Oppertti – 2007
(4) “La Universidad no sabe enseñar a crear empleo” – Michael Ellsberg – Copyright The New York Times, 2011 – Artículo publicado en Diario Clarín, 6/11/2011, pág. 32, “Tribuna”.